Actualidad El gorrión herido

El gorrión herido


El Santo bajó al patio del convento. Notó que algo se movía entre los tiestos. Apartó uno de ellos y vio un gorrión que quería huir y no podía. Estaba herido. Antonio lo cogió entre sus manos. Era pardo, como su hábito. El pajarillo, asustado, se quedó quieto cuando sintió la mano del fraile que le acariciaba la cabecita. El Santo lo subió a su celda. Lo curó y lo metió en una jaula pequeña que había en el convento. Unas migas de pan y un poco de agua fue la cena que le puso al hermano gorrión.
 
A la mañana siguiente, Antonio, nada más levantarse fue hasta la jaula. El gorrioncillo no sólo no se asustó, sino que intentó acercarse a la trampilla para ver al Santo. Antonio lo volvió a tomar entre sus manos, le acarició la cabecita y lo volvió a la jaula. Días más tarde el pajarillo ya estaba curado; contento piaba para llamar a Antonio. El Santo, casi triste, abrió la ventana de su habitación, corrió la rejilla de la jaula y dijo: -”¡Gorrioncito!, ya estás bien, vuelve a volar”. 
 
Una tarde, el Santo notó que, en su ventana, entre un tiesto que allí tenía y la pared, había unas pajas en forma de nido. ¡Qué raro!, dijo Antonio. Aún estaba mirando cuando el gorrioncillo volvía con una raicita seca que la iba trenzando con las otras… Era la casa donde lo habían curado… Días más tarde, allí estaba el gorrioncillo incubando cuatro huevecillos blancos con puntos marrones, color del hábito que llevaba el que lo había curado. Antonio le ponía sobre el alfeizar de la ventana migas de pan y un poco de agua.

De cuando en cuando abría la ventana y acariciaba al pajarillo mientras estaba en el nido. Ya muy mal de salud, el Santo pudo ver que cuatro gorrioncitos volaron de aquel nido tan cercano. Todas las mañanas llegaban los cuatro gorrioncitos con la madre al alfeizar de la ventana del Santo. Allí encontraban migas de pan y un poco de agua…, el desayuno que el amigo les brindaba todos los días. El 13 de junio moría el Santo, en aquella ventana donde siempre veían al fraile …, cuatro gorrioncillos y la madre piaban tristes. Ya no había migas en la ventana.

… Había muerto el que curó al gorrioncillo herido.
 
José Martínez, OFMCap
Amado Royo, corresponsal del Mensajero de san Antonio

Amado Royo, corresponsal del Mensajero de san Antonio

Hasta escribir estas líneas no he sido consciente de que en cierta manera siempre ha pasado o he tenido al lado a la orden franciscana en algún momento de la vida. Recuerdo de niño que en casa de mi abuela materna, Carmen, estaba el Mensajero de San Antonio, y me gustaba leer las historias para niños que traía y también que la imagen de San Antonio se pasaba de casa en casa en el pueblo.

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